Una tarde de un domingo cualquiera las calles y terrazas de Murcia están llenas de gente disfrutando de su tiempo libre. Nuestro entrevistado no es uno de ellos. Él, delegado sindical de la CGT en uno de los restaurantes de la ciudad, acaba de terminar su turno y nos concede un ratito para compartir su experiencia. Tenemos poco tiempo, en unas pocas horas le toca volver a su puesto de trabajo.
La primera pregunta es para conocernos. Habla sobre ti, ¿cuánto tiempo llevas trabajando en hostelería?
Empecé a trabajar con 17 años. Fue en verano, una época estival. Al igual que mucha gente, entré por motivos económicos. Yo venía de una familia en la que este oficio era algo habitual, lo ejercieron tanto mi padre, como mis hermanas. La primera vez trabajé durante tres meses en un típico restaurante español donde se ponen paellas, vinos clásicos y suena Julio Iglesias.
¿Cuántos años trabajados llevas en total?
Este verano voy a hacer nueve años. Es un tercio de mi vida y la verdad es que pesa…
En todos estos años, ¿cuál dirías que es la infracción más común que has visto en el sector?
Hablando de mí mismo, he llegado a estar mucho tiempo en sitios en los cuales no se hablaba de contrato, ni de condiciones. Luego los contratos no se adaptaban ni al tiempo, ni al oficio que estaba desempeñando. Sí que es verdad que es normal cuando empiezas ir al rebufo de la gente con más experiencia, pero nunca sabes cuándo realmente dejas de ser “ayudante de camarero” para pasar a ser “camarero”. No existe ninguna pauta con respecto a esto y siempre estás en un limbo.
La segunda son las horas extra. Si ya de por sí las horas que echas normalmente no se adaptan a lo que pone en el contrato, las extraordinarias directamente no quedan registradas en ningún lado.
Dejando de lado las más comunes, ¿cuáles te parecen las más abusivas, las que más duelen?
Depende mucho de la situación de la persona. Diría que, aparte del tema de los salarios que no se ajustan a la legalidad, es el cómo se aprovechan de tu inestabilidad. Ante cualquier queja te dicen “esto es lo que hay, si no te gusta, te puedes ir que tengo a más gente esperando esta oportunidad”. Y más que una “oportunidad” es una estafa. Así es como te imponen cualquier condición por muy abusiva que sea. A esto se le suma la falta de información sobre los derechos laborales y la gente termina aceptando términos que son ilegales.
La hostelería es un sector con muy baja afiliación sindical. ¿A qué crees que se debe?
Vuelvo a hacer el inciso en la información. Las personas muchas veces no denuncian por desconocimiento. Cuando alguien conoce sus derechos de verdad o se le explica cómo funciona el tema sindical, normalmente no desaprovecha esa información. Pero en una empresa no está bien visto que alguien hable de estas cosas. No quieren que la gente se entere de los derechos que tiene. Creo que ahí puede estar el problema de la baja afiliación.
Entonces, ¿existe una relación entre la inexperiencia por ser joven y el hecho de no conocer que existen sindicatos que te pueden ayudar?
Sí, creo firmemente que es así. A la hostelería se acude sobre todo por necesidad. Entra gente que no tiene mucha experiencia en el mundo laboral o que no tiene formación, y cuánto más es así, más se aprovechan de ti.
Teniendo en cuenta lo que nos cuentas, ¿qué te llevó a ti a dar el paso a formar parte de un sindicato?
Fue gracias a unos amigos que me informaron sobre el tema. Me dijeron que había otras formas de hacer las cosas y que no tenía por qué decir sí a todo a mi jefe. Ahí es cuando decidí acercarme a un sindicato principalmente para que me ayudaran a solucionar los problemas que yo tenía. Me asesoran y fue de gran ayuda.
¿Cómo fue todo ese proceso?
Fue largo y arduo. Yo venía de una situación bastante compleja en mi empresa debido a varias infracciones que se estaban cometiendo. Había una sensación de malestar. Teníamos bastante gente en la plantilla, pero nadie quería saber nada del tema porque se veía como algo malo, mi jefe rechazaba cualquier queja.
¿Cuál fue la reacción de tu jefe?
Cuando hice pública la creación de la sección sindical, a la vez presenté la exigencia de cambios en la empresa, que se corrigieran las infracciones que se estaban cometiendo. La primera respuesta, evidentemente, fue bastante mala. Su reacción fue de incredulidad. De hecho, se lo tomó a broma. Luego se enfadó. El período de aceptación fue largo, pasó bastante tiempo hasta que se dio cuenta de que aquello iba en serio y que las cosas tenían que cambiar.
¿Hubo represalias contra ti por abrir ese melón?
Sí, hubo reprimendas bastante serias. Me ponían peor horario, me bajaron el rango. Por mi antigüedad yo tuve un cierto peso en la empresa y algunas responsabilidades. A raíz de lo que hice dejaron de tomarme en consideración. Estuve “castigado” unos meses sin propinas, querían dejarme sin vacaciones. Hubo represalias incluso con la comida. Daban de comer a todos mis compañeros menos a mí, poniendo excusas bastante burdas. Todo esto era básicamente para forzarme a que me fuera de la empresa por mi cuenta. Nos decían a mis compañeros y a mí que no iban a cambiar nada en la empresa, pero al final sí que tuvieron que hacerlo.
¿Y cuál fue la reacción de la plantilla a todo esto que estaba pasando?
La reacción más común fue el miedo. Por mucho que algunos, o la mayoría, estuvieran de acuerdo conmigo, nadie quería perder el trabajo. También hay que tener en cuenta que no fue igual para todo el mundo. La gente tiene situaciones muy diferentes, algunas son más complicadas que otras. No es lo mismo para una madre cuyo salario es el sustento de su hija que para una persona joven con menos cargas. Además, la gente tampoco quería pasar por lo que estuve pasando yo, por todas esas represalias que he comentado antes.
Esto nos muestra que no podemos ni hablar del derecho a la libertad sindical. Ni en tu caso, que fueron directamente a por ti, ni en el caso de tus compañeras y compañeros que estaban siendo coartadas de manera indirecta. ¿No es así?
Te dicen que en teoría eres libre de reivindicar tus derechos, pero claro, atento a las consecuencias. Las reprimendas que te caen no son ni legales. O sea que libre no eres. A lo mejor la gente que está más estable y pide menos, lo tiene más fácil. Pero las personas que estamos en una situación precaria y encima luchamos por mejorar las condiciones de toda la plantilla lo tenemos muy difícil. Así que tenemos esa libertad en teoría, pero la realidad es otra.
¿Habéis podido conseguir algunas de las reivindicaciones que planteabais?
Lo conseguimos a base de tiempo y mucho esfuerzo. Tuvimos que aguantar mucha presión por un objetivo que ni siquiera sabíamos si lo íbamos a conseguir. Nosotros reclamábamos el tema de la uniformidad y al cabo de 5-6 meses conseguimos que la empresa nos proporcionara ropa y utensilios para el trabajo sin tener que pagarlo de nuestros bolsillos. Esa fue la primera concesión por parte de la empresa. Lo siguiente que conseguimos fue dos días libres seguidos, ya que no toda la plantilla gozaba de ese derecho. Fue algo que afectaba sobre todo a la gente más nueva. También conseguimos mejores horarios, que se respetaran las horas que ponían en el contrato y los descansos entre turnos. Las cosas en general empezaron a organizarse mejor porque la empresa, a la hora de hacer los cuadrantes, tenía que cumplir con la legalidad que le exigíamos. No obstante todo esto es un proceso que no acaba nunca.
Ahora que has pasado por toda esa experiencia, por las cosas malas y las buenas, las victorias que habéis podido conseguir, ¿qué le dirías a esas personas que creen que las cosas tienen que cambiar, pero que tienen miedo a sindicarse?
Mi experiencia para mí, pese a todo, es positiva. Gracias al paso que se pudo dar en su momento, a día de hoy tenemos muchas mejoras laborales que antes no teníamos. Así que para mí el balance general es positivo. Al principio hubo momentos en lo que pensábamos que el hecho de sindicarse podía ser algo perjudicial para los empleados, pero en mi caso lo único que supuso es ser una lucha constante que proporciona mejoras y esto es algo que me llena.
¿Así que animarías a otras personas a sindicarse, pese a todas las represalias que pueden sufrir?
Sí, claramente sí. Yo creo que ha sido lo mejor que he hecho en mis nueve años en hostelería. Informarme de mis derechos, aprender a no ceder, a no permitir que un jefe te obligue a hacer cosas que no tienes por qué hacer.
Por muy contra la pared que te pongan, por muy mal que pinten las cosas, con la organización sindical se puede conseguir lo que nos corresponde que es, no me cansaré de repetirlo, nada más, ni nada menos que nuestros derechos laborales. Por muchos malos tragos que haya tenido, por muchas veces que haya llegado a casa sin ganas de nada, de meterme en la cama y dormir, al final todo ha salido bien. Siempre gracias al apoyo de las personas que he tenido detrás que sabían muy bien lo que había que hacer y que no me iban a dejar tirado en ningún momento.
Vera Zasulich y Mafalda Libertad