Una de yanquis y corrupción
Queridos lectores, hoy tenemos el placer de traerles una historia real de la cual nos han contado un cuento. Una historia que comienza hace no mucho tiempo…
Recientemente, en un lugar de La Aljorra, de cuyo nombre nadie parece acordarse, la multinacional saudí SABIC —propiedad a su vez de Saudi ARAMCO desde el 2020— ha puesto en ERTE a 106 puestos de trabajo estructurales afectando a más de 268 personas, mujeres y hombres, así como a una cifra desconocida de mano de obra temporal y subcontratada que se suma al centenar de personas que el inesperado cierre de la planta de HPP dejó en la calle hace poco más de año y medio, ante el plan de abrir una fábrica similar en Singapur. Pero no nos adelantemos a sacar conclusiones aún. Veamos primero cómo llegamos a este punto para poder analizar mejor dónde nos encontramos.
Corrían ya los primeros años de la década de los 90 en una Región de Murcia gobernada por el PSOE, en una Cartagena gobernada por el PSOE, en el contexto del Gobierno de Felipe González, del PSOE… Esta España era la España de la entrada en la UE, de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, la Expo de Sevilla, etc. También era la España de la desindustrialización, de los crímenes de Estado, de Maastricht y de la droga con patrocinio gubernamental.
En este contexto de impotencia de la socialdemocracia ante el cierre de la industria y la intensificación de las movilizaciones obreras que llevaron a la quema de la Asamblea Regional en 1992, un rayito de luz brilló ante los ojos del Gobierno regional: la multinacional General Electric quería negociar la apertura de una planta en Cartagena. Viendo la oportunidad de salir a la palestra con semejante póker en sus manos, el Gobierno regional no tardó en negociar con sus amigos terratenientes la compra de una finca por la jugosa cantidad de mil quinientos millones de pesetas —sin las «comisiones de gestión», claro—, para luego donarla a la multinacional estadounidense, cobrándose el diezmo correspondiente.
Así, abonada con generosas cantidades de dinero público, en 1994 la planta de General Electric puso en marcha sus extrusoras. Para 2005, el complejo pasó de una planta y 160 empleados directos a 3 y 500 respectivamente, llegando a ser el mayor centro de producción de policarbonatos del mundo, amén del proyecto de la planta de HPP que GEPESA* no llegaría a ver en marcha, dado que:
En 2007, fruto de las «guerras contra el terror» y la crisis que se produjo durante esos años en el sector de los plásticos, los márgenes de beneficio se redujeron y llevaron a General Electric a plantear la venta de su división de plásticos a SABIC, que compró todo el paquete productivo y tecnológico, junto con el compromiso de permanencia que los 375 millones de euros en ayudas oficiales le dictaron. Habría también que ver qué parte tuvo en todo esto las relaciones entre los gobiernos español y estadounidense: tensas, sin duda, y desgastadas a causa de las guerras imperialistas antes mencionadas. Eso sí, aparte del nombre, de cuatro caras a las que solo se ve en imágenes y del color de los uniformes, poco cambió en la fábrica, que siguió con su «política de reducción de costes fijos a cualquier precio», encadenando contrato temporal tras contrato temporal y subcontratando todas las actividades auxiliares del proceso y, con el tiempo, algunas de las estructurales. El propósito de esta tendencia, importada de un modelo de gestión cada vez más popular en el «nuevo» capitalismo financiero, y que demuestra ser más cara que la contratación directa, viene impuesta desde el mismo núcleo de la empresa y persigue un objetivo claro: cero responsabilidades, si mañana hay que cerrar, solo hay que romper un puñado de contratos comerciales y algún contrato temporal. Las consecuencias de esta gestión las dejamos al lector como ejercicio mental.
Así, una vez conquistados los mercados y las patentes, SABIC, que es el mayor exportador del puerto de Cartagena —por amplio margen— no tardó en empezar a proyectar una expansión aún mayor, primero en el territorio propio de su burguesía, Arabia Saudí, territorio en el cuál, dicho sea de paso, se vienen produciendo, de acuerdo a los propios registros de la empresa, los peores y más numerosos casos de siniestralidad laboral de toda la multinacional. Tras la apertura del proyecto saudí, es precisamente en Cartagena donde una unión temporal de empresas integrada por la propia SABIC y varias ingenierías (en especial la española Técnicas Reunidas, con amplia experiencia en suelo saudí…) comenzó a proyectar una fábrica nueva, con la misma tecnología que se estaba usando en La Aljorra. Su destino: China. Su escala: aproximadamente cinco veces las dimensiones de la «fábrica de las luces».
A estas alturas, con el mayor mercado de la fábrica camino de ser satisfecho directamente en su suelo, tanto para la dirección como para gran parte de la plantilla, esto era la crónica de un cierre anunciado, el cierre de una de las empresas con mayor facturación de la Región. Quizá sea por eso que, si bien nadie se esperaba el cierre de la planta de HPP, a nadie le extrañó tampoco. Al anuncio por parte de la dirección de Cartagena de que la planta había batido todos los récords de producción ese trimestre siguió, con una semana de diferencia, el anuncio del cierre irrevocable y la apertura de una planta de las mismas características en Singapur. Y la empresa no dudó ni por un instante en sacar a pasear los petrodólares para pagar prejubilaciones, incentivos e indemnizaciones muy por encima de las legales. Para irse sin armar escándalo. Claro que ese dinero no llegó a manos de la mano de obra precaria: temporales y subcontratas.
Y así, en este panorama nos encontramos. Al amparo de la legalidad burguesa y andando sobre la alfombra de billetes que durante años han «joseado» a la clase obrera en forma de plusvalía (la «rentabilidad del trabajo», sí, de nuestro trabajo) y ayudas del Estado, los jeques nos dicen adiós a lomos de sus corceles de fabricación italiana o alemana probablemente. Pero, ¿a dónde nos lleva todo esto?¿Qué se está cociendo y qué nos trae a la clase obrera todo esto? Vamos a intentar responder, tanto a las implicaciones inmediatas como a las posibilidades que nos brinda la situación, en dos futuros artículos. Hasta entonces, seguimos en la línea.