Imagen obtenida de La Verdad | J. M. Rodríguez
¿Alguna vez le has mentido a alguien para salirte con la tuya? ¿Para no preocupar a tus padres, tal vez? ¿O, simplemente, para evitar preguntas incómodas?
Hola de nuevo, ha pasado tiempo, ¿no? Supongo que sabrás que Sabic ha anunciado otro ERTE, otros seis meses de incertidumbre para doscientas familias que en diciembre perderán el sustento, las migajas que el capitalismo monopolista les da a cambio de su trabajo y salud.
Por motivos de viabilidad, nos dicen. Mientras, planean abrir la misma fábrica, con la misma tecnología —¡pero cinco veces más grande!— en China. Y todo esto anunciado en el año de mayor producción de la historia de la fábrica de La Aljorra. ¡Qué complicado de entender es esto de la economía!
Hace ya casi dos años del cierre de la planta de «polímeros de alto rendimiento» (HPP), cierre en el que una servidora ha tenido el «orgullo» de participar. Cierre anunciado, también, semanas más tarde de que nos felicitaran por nuestro rendimiento récord, ¡histórico! Cierre que, según el mismo Don Juan Alemany, excelentísimo director de esta fábrica, no solo era una deslocalización, sino que, además, era una deslocalización con fines «no muy claros», pues Singapur no es un país precisamente barato.
Y es que por algo la empresa más grande del mundo es lo que es. «Salvo el poder, todo es ilusión», decía Lenin. Y esto es algo que el capital sabe muy bien.
Vivimos un proceso de intensificación de las contradicciones de clase en toda Europa, hecho patente tanto en el auge tanto de la socialdemocracia como de los partidos abiertamente fascistas y filofascistas. Y eso, a los amos, no les mola. Esto, sumado a una apuesta a futuro sobre la pugna entre los distintos polos imperialistas (ya sabéis: el bloque hegemonizado por EEUU vs China), claro.
Y al final de todo esto, cómo siempre, está la infantería: los ciento seis puestos de trabajo estructurales, los cincuenta precarios temporales de turno y las plantillas de las contratas: mantenimiento, seguridad, limpieza, etc. Y, una vez más, el efecto dominó de la desindustrialización.
Para quien haya leído nuestro artículo anterior, se hace evidente a poco que profundizamos en los motivos del ERTE que esta cuestión, que nos venden como simplemente económica, tiene un trasfondo político tan o más importante que los propios números que manejan los técnicos burgueses. Y es que en «es el mercado, amigo», ellos son el mercado.
Nos han enseñado que la economía nada tiene que ver con la política. Nada más lejos de la realidad. El verdadero mensaje es que las bases ideológicas de la economía burguesa (como son propiedad privada de los medios de producción, subordinación del trabajo al capital, primacía del valor de cambio sobre el valor de uso, etc.) no deben ser nunca cuestionadas. Y para ello, el mismo lenguaje técnico, la misma estructura burocrática de la economía capitalista, se organiza de forma que oculta, borra de la mente y del propio lenguaje las relacionales y herramientas de poder que le dan vida, tal como un clérigo escudándose en la voluntad divina para justificar su vileza.
Al final, una cosa es clara: este mundo ya estaba hecho cuando vinimos a él. Nuestro mundo es el mundo que los capitalistas y los señoritos han construido. Con nuestro sudor. Pero con sus ideales. Y esos mismos ideales se reproducen en nosotros de manera inconsciente.
Si de verdad queremos evitar otro SABIC, otro ERE, otra expropiación de nuestro medio de vida, la protesta no es suficiente: debemos crear otro mundo, otra base, con el suficiente poder como para permitirnos escapar de la legalidad burguesa y su sistema de valores.
Esto significa lo mismo que hace 200 años: construir el Partido Comunista. Construir el mundo obrero. Con organización. Con solidaridad. Con empatía y comunicación y, sin duda, con mucho esfuerzo, trabajo e imaginación.