Hablar de las experiencias del movimiento obrero en Cartagena, al igual que de las experiencias del movimiento obrero en general, es hablar de la historia de contadísimas victorias o, incluso, de fracasos continuados en las últimas décadas, sobre todo en los centros imperialistas. Para nada es una sorpresa, pero sí quizá más llamativo que Cartagena, cuna de movimientos incipientemente revolucionarios desde hace siglos, acentuara ese fracaso con semejante rapidez.

Que muchas son las causas de ello es evidente. La experiencia del cantón en el siglo XIX, de las resistencias mineras, de las luchas antifascistas hasta el último minuto en la Guerra Civil o las protestas por la reconversión industrial en los años 80-90. Si bien se pueden calificar de fracaso ante un horizonte verdaderamente revolucionario viendo el devenir de los acontecimientos posteriores, no es menos cierto que dichas experiencias son acervos de incalculable valor en tanto que aprendizajes para nuestra clase, y en ello radica la importancia que traemos a resaltar.

Una ciudad trimilenaria, militar prácticamente desde su fundación, se observa como enclave estratégico marítimo donde la enorme represión que la clase trabajadora ha sufrido y su creciente imposición castrense ha dejado una marca profunda en el seno del movimiento obrero de Cartagena.

Las luchas de ayer…

Como primer apunte breve se hace necesario mencionar el siglo XIX, donde comienzan a aflorar los conflictos sobre la cuestión nacional en busca de nuevos estados, en un contexto de luchas entre el Antiguo Régimen moribundo y el «novedoso» y naciente desarrollo capitalista.

Durante la Primera República, en 1873, se hace fuerte en Cartagena el insurreccionalismo cantonal como medio de protesta extrema ante los intentos mínimos fallidos del régimen burgués republicano de democratización. Acababa de suceder apenas dos años antes la Comuna de París, y partiendo de anhelos quizá similares, el desarrollo de los mismos fue absolutamente diferente. Las tendencias anarquistas que impregnaron los movimientos cantonalistas, bajo ninguna dirección política clara ni mínima estrategia, facilitaron su caída ante la imposibilidad de dirección de la clase obrera que se abría paso en la Comarca en ese momento. Por tanto, a ese fracaso con la insuperable marca bakuninista, le sucede la posterior Restauración del régimen borbónico (ahora sí, con una mayor impronta liberal no fuera a ser que se repitieran ciertos procesos incómodos para la naciente burguesía del momento). Lo que significó una época de represión absoluta sobre la clase trabajadora de Cartagena así como de los demás sectores pequeñoburgueses que quisieran ‘’pasarse’’ al tirar de la cuerda del liberalismo creciente.

En otro capítulo posterior de nuestra historia se encuentra la resistencia antifascista heroica que presentó batalla a la reacción franquista hasta 1939 en una Cartagena cuyas capas populares veían esfumarse las mejoras que llegaron con el advenimiento del segundo régimen republicano. Esa misma clase obrera que sabía que ya nunca sería destinataria de otras promesas, algunas de ellas históricas como las reformas agrarias necesarias en una Comarca donde tanto peso sigue teniendo el trabajo en los campos, en especial a cuenta de la explotación de trabajadoras migrantes.

…Pasando por las más recientes…

Pero las experiencias que más nos pueden ayudar, por cercanas en el tiempo, a clarificar el fracaso del movimiento obrero en Cartagena, y para evitar que sea así de nuevo ante los tiempos oscuros que se nos avecinan, son las inmensas protestas que acompañan al periodo de reconversión industrial de los años 80-90 del siglo XX.

El Campo de Cartagena ha pasado en pocas décadas de ser una zona aislada a convertirse en una región de agricultura intensiva emplazada en los mercados europeos. Para ello, se produce el conveniente desprendimiento arancelario en los años 90 con la imposición de las políticas monetarias comunitarias, además de la expansión de determinadas infraestructuras que permitieron seguir desarrollándose a cierta clase burguesa local en base a lo que llaman «iniciativa empresarial», ayudadas desde la UE. Dentro del sector industrial, la industria extranjera es la que poco a poco fue imponiéndose durante esos años (sin que ello signifique que la industria autóctona perdiera su papel fundamental). Esto fue conseguido a base de sangre y fuego frente a la oposición de la clase trabajadora de Cartagena en las calles durante los años 90 y bajo gobiernos socialistas, culminando  así la re-estructuración del sector minero-metalúrgico (para ejemplo de ello basta mirar a la Bahía de Portman o la fundición de plomo de Peñarroya). Tras esto, en los últimos años, el desarrollo industrial se centra principalmente en el Valle de Escombreras por una parte, y en la planta de la multinacional Sabic, apoyado todo en la infraestructura portuaria (clave para este desarrollo capitalista). Sin duda podríamos tratar el ejemplo de cómo funciona el imperialismo en base a los intereses compartidos de la restante industria local junto a la foránea, hablando de Sabic, una de las mayores empresas públicas de Oriente Medio (Arabia Saudí posee el 70% de las acciones de la empresa) y de los mayores fabricantes de petroquímicos (con fábricas en Francia y Alemania).

Todo ello ha venido generando un enorme complejo agroindustrial que se basa en la exportación de frutas y hortalizas y que genera valor añadido en otros sectores de la actividad económica.

Si el contexto económico lo complementamos con el contexto político de las dos últimas décadas del siglo XX, nos encontramos con las prebendas posteriores a engordar la membresía del Estado español en las instituciones supranacionales, OTAN-UE. Una izquierda institucional, IU-PCE, ya de sobra echados en brazos del reformismo más ofensivo. El resto de las pocas fuerzas políticas que pudieran tener siquiera la más mínima capacidad de respuesta y organización frente a tales hechos se encontraban desde hacía ya mucho o bien ilegalizadas o bien destruidas (con la necesaria complacencia de la izquierda institucional).

Por otro lado, el resto de principales fuerzas políticas del régimen en la Comarca y la Región tras la Transición, se repartían los gobiernos local y regional sin que eso significara más que la clara apuesta del PP por la burguesía agraria y del PSOE por el sector del pelotazo urbanístico y el turismo.

Entre este juego de trileros al servicio de diferentes sectores de la burguesía explotadora, con la cómplice izquierda institucional supuestamente alternativa, se encontraba en los 80-90 la clase trabajadora de la Comarca de Cartagena.

Durante finales de los 80, la clase trabajadora cartagenera vivía la amenaza del despido de más de 15.000 empleados (5.000 directos más otros miles indirectos) debido a la ‘’crisis’’ del sector naval, minero, de fertilizantes y metalúrgico principalmente. En esos momentos el gobierno de la región estaba a cargo de Carlos Collado (PSOE) y el Ayuntamiento de Cartagena era regido por Alberola (Partido Cantonal con el apoyo entonces de Alianza Popular) hasta el 91 donde sería relevado por Conesa (PSOE). La situación laboral empezó a venirse abajo muy rápidamente, a imagen y semejanza de lo ocurrido en el resto del estado español pocos años antes.  Ya desde 1985 comienza el plan de reconversión industrial en el sector de fertilizantes, y con los primeros ERE’s en Bazán (1986).

Normalmente en el imaginario colectivo solo se recuerda la famosa quema de la Asamblea Regional en Cartagena el 3 de febrero de 1992, pero la clase trabajadora cartagenera llevaba en pie de lucha meses antes. El 17 de diciembre de 1991 los principales sindicatos, CCOO y UGT, convocaron una serie de huelgas y protestas, por ejemplo, por el cierre de muchas minas en La Unión que dejaban en la calle a más de 300 trabajadores. Dichas protestas se saldaron con una enorme represión hacia los manifestantes. También las semanas anteriores al incidente de la Asamblea, el 22 de enero, se organizaron manifestaciones en Murcia frente al Palacio de San Esteban, que acabaron con multitud de desperfectos y cristales rotos de la propia sede de presidencia. Importante resaltar que a los manifestantes venidos de Cartagena hacia Murcia, se sumaron trabajadores de otros sectores de la Región en solidaridad, como Taller Ferroviarios de Águilas o del sector de la pólvora. Al replicar las movilizaciones en la propia Cartagena el día 3 de febrero de 1992 mientras el pleno se encontraba reunido con la presencia del Presidente de la Región, el despliegue policial fue tremendo. Las protestas fueron convocadas por los Comités de empresa de la pública Bazán (Navantia actual) y la Fundición Peñarroya. Al contrario de como se suele recordar, no solo se circunscribían a los aledaños de la Asamblea Regional. Toda la ciudad, como desde hacía semanas, hervía ese día mediante varios piquetes sindicales que bajaban en columnas al centro de la ciudad desde los diferentes puntos de trabajo de los sectores afectados.

Fue cuando los efectivos antidisturbios (más de 250) cargaron contra los manifestantes pacíficos. Entonces el resto de trabajadores de los sectores afectados acudieron por toda la ciudad. Se llegaron a incendiar seis coches de policía e incluso uno del Ejército, que junto a semáforos arrancados y otros materiales, sirvieron a los manifestantes para levantar barricadas defensivas en las calles de la ciudad. Tal era la situación, que incluso el Arsenal Militar vio la necesidad de adoptar medidas de protección y contingencia especiales. Muchos manifestantes volvieron cerca de los centros de trabajo y continuaron con el levantamiento de barricadas al tiempo que los efectivos policiales se desbordaban. Esa mañana se saldó con más de 40 heridos, entre policía y manifestantes, incluso los antidisturbios cargaban contra cualquiera que se acercara. Tal es así, que llegaron a entrar en el Instituto Isaac Peral y apalearon a su propio director. Tras la relativa calma y retirada de efectivos, por la tarde fue cuando otro grupo lanzaron dos cócteles molotov que provocaron el incendio en la Asamblea Regional.

Todas estas protestas eran apoyadas por los habitantes de Cartagena de manera general, ya que entendían que su limitado bienestar dependía en buena manera de los sectores que se veían atacados en esos momentos. Por ejemplo, mientras muchos manifestantes escapaban de la policía, vecinas de la ciudad daban resguardo para que se pudieran cobijar en sus propias casas.

Tal era la situación, que obligó a los portavoces de PSOE, PP, IU y PCAN a emitir una declaración pidiendo la retirada inmediata de los efectivos policiales para recuperar la normalidad. Esto después de semanas llamando al entendimiento entre las partes, que no dejaba de ser un llamamiento al cese de la alteración de la paz de manera más seria. La situación parecía insostenible.

…Son la fuente del conocimiento para nuestra clase

Los líderes sindicales del momento ya expresaban su disposición a acabar con las protestas si sus reivindicaciones eran escuchadas. El que entonces fuera delegado comarcal sindical de CCOO, así como otros muchos dirigentes sindicales del momento, han renegado de las partes más ‘’crudas’’ de las protestas hasta día de hoy, así como por supuesto de la quema de la Asamblea.  Si bien han expresado su alivio por lo que supuso esas protestas durante meses, dado que entienden que «la cosa cambió desde entonces», ¿dónde ven estos sindicatos el cambio concreto para los intereses de la clase trabajadora de la Comarca? ¿Acaso no continuaron con sus políticas de concertación con las patronales dejando vendidos a millones de trabajadores? ¿No demostraron ya de manera suficiente sus referentes políticos, PSOE y PCE/IU que no se puede contar con ellos salvo para su propia liquidación? Posterior a todos estos acontecimientos, fue prácticamente un único ERE el que se consiguió frenar después de muchos anteriores, el de Bazán (que sobrevive hasta día de hoy, con muchos menos trabajadores, con el nombre de Navantia). El grueso del resto de empresas y sectores movilizados acabaron cerrando y despidiendo a todos sus empleados en los meses y años siguientes.

No cabe ya, si no queremos hacernos trampas al solitario, idealizar ningún acontecimiento por histórico que sea. Sí analizarlo, estudiarlo y extraer el aprendizaje oportuno de los errores y aciertos del mismo. Hacerlo nuestro por el valor que en si mismo representa. A quien busca idealizar estos acontecimientos de aquellos años, a quien usa el oportunismo para cubrir de un barniz amarillo y obrerista las experiencias y luchas de nuestra clase, les decimos que la verdad se encuentra en los hechos, que la lucha del proletariado hoy viene encaminada por la lucha de ayer y que para rehacer el rumbo revolucionario en la praxis de nuestro movimiento hay que alejarse del veneno de la socialdemocracia y de la trampa del economicismo. A todos ellos les decimos, que de todas es conocido cuál lleva siendo su actitud para con la clase trabajadora de la Comarca, de la Región y del estado todo este tiempo.

Pese a la importancia de estos acontecimientos para el movimiento obrero, su desarrollo posterior ha dejado patente, de nuevo, que la lucha económica no podrá nunca por sí sola suponer un cambio estructural en la sociedad de clases.

De las experiencias fracasadas, sobre todo en las últimas décadas, por los errores externos e internos de nuestra propia clase, es necesario destacar el principio irrenunciable de unidad entre lucha económica y política. Esto nos llevaría a ir empezando a asumir que el único camino pasa por la reconstitución de la herramienta principal del proletariado: el Partido Comunista.

Ya es hora de acabar con el ‘’cada cual para sí’’ en las buenas y el ‘’todos para Cartagena’’ cuando vienen mal dadas.

 Joaquín Cohen