El pasado 18 de febrero, el Comité Antiimperialista de Murcia (twitter: @ComiteMurcia) estuvo presente en el Centro Obrero Miguel Hernández, realizando una formación y debate sobre la caracterización de la República Popular China (RPC). Se trataron diversos aspectos teóricos y se habló sobre las consecuencias prácticas que derivan de esta cuestión.
En primer lugar se realizaron tres exposiciones breves preparadas por los compañeros del Comité. La primera ponía el foco de atención sobre el eurocentrismo que nos hace creer el ombligo del mundo, sesgando nuestros análisis. A veces es más necesario empezar formulando preguntas correctas que proporcionar respuestas rápidas. Máxime cuando estas últimas no hacen otra cosa que perpetuar nuestros prejuicios.
La compañera que expuso a continuación cargó contra los discursos hegemónicos que argumentan que el éxito de China se basa en dos factores: capitalismo y dictadura. En su ponencia defendió que el crecimiento económico de China empezó ya en la etapa del Presidente Mao Tse-tung, a pesar de las trabas impuestas por las potencias imperialistas. Esta época no se puede entender sin la correcta comprensión del papel que jugó el campesinado, el problema de la escasez de tierra cultivable para un número de población muy elevado, las formas de propiedad individual y colectiva que se erigieron tras la toma del poder por parte del PCCh. En general, la ponente defendía la necesidad de entender el desarrollo como un proceso no lineal y no exento de contradicciones. Afirmaba que su visión sobre China actual es cercana a la que pueden defender autores como Samir Amin y Domenico Losurdo, es decir, definiendo a la República Popular de China como «socialismo de mercado». Destacó varias diferencias con respecto a los modelos imperialistas occidentales como, por ejemplo, la planificación económica, una mayor democracia basada en el control por parte de los trabajadores, las inversiones estatales en la industria a cambio de un 10% del beneficio pero sin entrar a poseer las mismas, ampliación de servicios públicos, la estrategia externa de beneficio mutuo («win-win») y el respeto a la soberanía del resto de países.
Recogiendo el testigo de la anterior, la tercera exposición se centró en las relaciones internacionales de China. En primer lugar se llamó la atención sobre la evolución de las relaciones sino-estadounidenses. El ponente caracterizaba las reformas de Deng Xiaoping como un golpe contrarrevolucionario que proporcionó a China un estatus privilegiado en el vector político y económico de la Casa Blanca. Indudablemente aquella situación jugó su papel en el desarrollo industrial y financiero del que es hoy el gigante asiático. Hubo una mención interesante a las concesiones territoriales realizadas por la RPC en los años 90, de las cuales se beneficiaron algunos países centroasiáticos. En general, China mantuvo un perfil bajo en su política exterior hasta la crisis del 2007-2008. En ese momento el vertiginoso crecimiento económico de la RPC contrastó con el debilitamiento occidental. Las condiciones para el conflicto estaban servidas. Para analizar el mismo, la academia oficial suele recurrir a dos escuelas geopolíticas. La primera es la «Continental» que se refiere a la teoría de Heartland, desarrollada por el inglés Halford John Mackinder. A esta habría que sumar la aportación del estadounidense Nicholas John Spykman y su «anillo continental» o Rimland. A su vez, existe otra escuela, la «Marítima», de cuyos fundamentos se deduce la necesidad de establecer dos líneas de contención frente a China, formadas por dos cadenas de islas. La primera empezaría en la parte occidental de Japón, pasando por Taiwan y Filipinas. La segunda habría que trazarla desde la parte oriental de Japón, pasando las Islas Marianas, la base militar estadounidense en la isla de Guam y acabando en Indonesia. El ponente explicó que ninguno de estos enfoques podía explicar las causas de lo que ocurre en la política internacional. No obstante, no está de más tenerlos en cuenta ya que influyen en algunas esferas políticas, puesto que hay funcionarios (especialmente estadounidenses) que las siguen.
Tras las exposiciones introductorias pasamos a la parte del debate. Las primeras intervenciones se centraron en la necesidad de definición de conceptos para asegurar que nos estábamos refiriendo a lo mismo cuando hablábamos, por ejemplo, del «socialismo». Se prosiguió defendiendo la tesis de que el modo de producción socialista y el mercado eran incompatibles ya que en el socialismo el trabajo —al producirse de forma planificada y social— no tomaba la forma de valor, de manera que no habría intercambiabilidad de mercancías, sino asignación de recursos de forma racional. En este sentido, se argumentó una oposición a la visión de China como un «socialismo con mercado», refutando este concepto en sí mismo. Posteriormente se ponía sobre la mesa el hecho de que había dos cuestiones que se estaban analizando por separado, pero que formaban una unidad dialéctica, a saber, la lucha antiimperialista y la lucha por el socialismo/comunismo. Se preguntaba cuál sería la contradicción principal en el momento actual. ¿Algunas potencias capitalistas podrían ser aliados tácticos en la lucha por la emancipación de los pueblos oprimidos?
Se llegó a un acuerdo en la visión del imperialismo como un sistema global, es decir, que todos los países actualmente formaban parte de la misma cadena. En caso concreto de China la dificultad radica en situar qué posición ocupa con respecto a toda esa cadena. La complejidad viene determinada, entre otras cosas, por el hecho que la RPC no es un ente homogéneo como tendemos a creer. No tenemos muchos datos que pudieran aclarar el estado del desarrollo de la lucha de clases en el seno de China, pero sabemos que existen tensiones internas que producen fenómenos de lo más contradictorios. Por ejemplo, desde el gobierno de Deng se profundizaba en la división entre el Partido y el Estado, mientras que Xi Jinping parece estar revirtiendo esta tendencia. En el ámbito económico, la «Nueva Ruta de Seda» es un proyecto de la RPC, pero que también beneficia a los capitalistas occidentales. ¿Qué efecto tendrá su puesta en marcha en las cadenas de transmisión de las superganancias imperialistas?
Una de las cosas que sacamos en claro es que había que huir de respuestas sencillas, de análisis tan condescendientes, como superficiales y que «quien no ha investigado, no tiene derecho a opinar», como diría Mao. Por ejemplo, los presentes coincidimos en que la exportación de capitales a secas no era un criterio suficiente para determinar el carácter imperialista de un país, puesto que en la sociedad actual —esencialmente imperialista— prácticamente todos los países exportan capitales. El quid de la cuestión puede radicar en el grado, en lo cualitativo. Esto podría ayudarnos a discernir entre potencias imperialistas hegemónicas a nivel mundial, países periféricos que se encargan de transmitir (o no) las superganancias extraídas de sus países vecinos hacia los monopolistas, recibiendo (o no) algo a cambio. Este entrelazamiento es sumamente complejo y, además, cambiante. Se trata de algo que puede generar una multitud de visiones. En caso concreto de nuestro debate se delimitaron tres posturas: la primera presentaba a China como una potencia no imperialista y en vías de construcción del socialismo; la segunda negaba tanto el carácter socialista como imperialista de la RPC en el momento actual; y la tercera, en consonancia con la segunda, caracterizaba al gigante asiático como una potencia no socialista con un desarrollo imperialista emergente.
Pese a todas las diferencias y el carácter tan candente de este debate, el ambiente en el que se desarrolló fue muy calmado. Reinó el compañerismo y la honestidad intelectual, cosas que, por desgracia pero para sorpresa de nadie, no abundan en espacios que no buscan conscientemente superar las relaciones capitalistas en su seno. A los presentes les unían los mismos objetivos. Uno de ellos era aprender. Nadie tenía interés en imponer su postura o quedar por encima del otro. Todo el mundo buscaba refinar el análisis de manera común y colectiva. Otro punto de unión fue la coincidencia en la necesidad de combatir en primer lugar a nuestro propio bloque —EEUU, la UE y la OTAN— que sí era caracterizado como imperialista por todos los presentes y sin ningún atisbo de duda. Además, es el único al que podemos combatir de verdad, haciendo caer un granito de arena en el lado de la balanza de los oprimidos del mundo. Y es lo que nos comprometemos a seguir haciendo, dado que todas las asistentes quedamos muy satisfechas con el resultado y coincidimos en que debemos seguir profundizando en nuestra formación. Una de los temas propuestos para el próximo debate es «¿Qué es una sociedad/país socialista?». Desde la redacción de Viento del Pueblo os seguiremos manteniendo al tanto sobre los debates que se están desarrollando en el movimiento político de la Región.
Vera Zasúlich