Hace unos días difundíamos en las redes sociales de nuestro periódico un encuentro organizado por la Red Murcianica de Apoyo Mutuo (@RapoyoMutuoMUR) junto a las compañeras del Sindicat de Barri Cabanyal (@SbarriCabanyal). Estas últimas se acercaron a Murcia para compartir su historia y experiencia. El evento despertó interés del tejido politizado de la ciudad. Activistas sociales, algunos vecinos del Polígono de la Paz e, incluso, algunas personas que se desplazaron desde la otra punta de la Región llenaron la sala de la peña huertana «El Jazmín».

El problema de la vivienda vuelve a ser un tema candente o, quizás, nunca dejó de serlo. No obstante, las estructuras organizativas en torno a esta cuestión no surgen por arte de magia. El Sindicato de Barrio Cabanyal es un ejemplo de ello. ¿Cómo surgió una estructura que hace un mes anunciaba, junto a otros sindicatos similares, la creación del Sindicat d’Habitatge de València (@SdHValencia)? Las compañeras vinieron para respondernos a esta pregunta.

A finales de los noventa el PP valenciano, con Ritá Barberá a la cabeza, pretendió poner en marcha un proyecto urbanístico que se topó con la oposición vecinal organizada en la plataforma «Salvem Cabanyal». La guerra contra las instituciones locales duraría casi 20 años que dieron para mucho. Se creó un potente tejido social, una red organizada en torno a centros y espacios okupados. Sin embargo, en el año 2015 se produjo un cambio de gobierno en Valencia que tuvo dos consecuencias. Por un lado, se paralizó el proyecto urbanístico, pero el precio a pagar fue la pérdida de militancia en las estructuras populares. Las asambleas empezaron a “desinflarse” (en este punto de su narrativa, a aquellas que vivimos la lucha por Soterramiento nos empezaron a venir los flashes de Vietnam). Se tuvo que recurrir a la fusión de distintas comisiones en una sola, alterar la periodicidad de las reuniones, reconducir el movimiento hacia la lucha contra la gentrificación, etc. Estos intentos por detener la sangría de militantes duraron hasta el año 2018. A partir de ahí el movimiento decide apostar por un concepto de lucha nuevo y que parecía dar buenos resultados en Catalunya: «sindicalismo de barrio». Las ponentes nos resumieron esta forma de resistencia de una manera sencilla: «ninguna vecina debe afrontar sola las injusticias sociales».

Este cambio de paradigma proporciona nuevas actividades a la militancia de Cabanyal. Había que abrir un período de reflexión y autocrítica, definir nuevos objetivos, la táctica y la estrategia, así como perfilar la apuesta política. A partir del 2021, con una justificación teórica detrás, se adoptó una nueva estructura territorial. Las militantes del sindicato consideran que desde el «territorio» se puede hacer frente al capital y tejer lazos, crear comunidad en torno al conflicto. Así, esta comunidad se constituiría en una “comunidad de lucha”, otro concepto de importancia en el vocabulario de las compañeras valencianas. Para ellas la problemática principal del momento, aquella con mayor potencial para generar conflicto en la actualidad, es la vivienda. Aunque éste sea el foco de su atención, no se quedan ahí. A través de la lucha por la vivienda quieren ir más allá y cuestionar la propiedad privada, y por ende la sociedad de clases.

«Entonces, ¿sois comunistas?» Esa fue una de las preguntas del público que dibujó una sonrisa en el rostro de las ponentes. Para ellas el sindicalimso de barrio se nutre de las experiencias históricas de la lucha de clases. Nombran entre sus referentes a la autonomía italiana, la Revolución de Octubre, la lucha del movimiento anarco-sindicalista en la España de los principios del siglo XX y al Partido de Panteras Negras. La cohesión ideológica de su espacio, en el que conviven militantes que vienen de diferentes tradiciones con personas con una conciencia incipiente, se mantiene gracias a unos objetivos compartidos que permiten establecer tácticas y estrategias comunes.

Entre sus objetivos se encuentra la necesidad de crear herramienta de autodefensa de la clase trabajadora frente al capital y desplegar una lucha social que pueda contribuir a la construcción de un movimiento revolucionario totalizante. De ahí que su apuesta política se divide según unos plazos marcados. Aquí recalcan la importancia de no entender estos plazos de una manera mecánica, etapista y exclusivamente temporal. En su perspectiva más cercana abogan por su crecimiento por barrios y ciudades, expandiendo el movimiento de vivienda por todo el País Valencià, como parte del movimiento revolucionario. El objetivo a largo plazo de este movimiento debe ser la abolición de clases. Esa futura sociedad comunista no la conciben como un abstracto horizonte lejano. «Reproducción de lo que queremos en el futuro, pero ahora y en pequeña escala», esta es una de las formas de describir su práctica. Para efectuar esta “reproducción” recurren a acciones como liberación de bloques enteros de vivienda que pasan a ser propiedad del sindicato, es decir, de todo el mundo. Realojan a familias enteras (muchas de ellas son monomarentales) en espacios okupados o luchan por un alquiler social. Para ello, a veces, tienen que recurrir a las instituciones del Estado, a las cuales tildan sin ambages de “enemigos”. Entienden esto como una forma de instrumentalización a nivel táctico para conseguir sus objetivos. La militancia del sindicato también acude a parar desahucios y mantiene una buena relación con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Reconocen beber de su experiencia, pero quieren superarla ya que es evidente que la lucha de la PAH tocó techo.

En general, en cuanto a sus relaciones con otros agentes locales establecen una división entre aquellos que consideran elementos «pro-gentrificación» y los «anti-gentrificación». «Con los primeros no puede haber relación alguna, salvo boikot», afirman con rotundidad. A los segundos intentan brindar su apoyo, coordinarse para no solaparase y construir proyectos en común. Las compañeras realizaron una interesante reflexión sobre el papel del narcotráfico que devalúa la vivienda en determinados barrios lo cual a la larga favorece la especulación y la gentrificación.

Las militantes del sindicato tratan de crear conciencia entre las vecinas para evitar que se dejen llevar por los cantos de sirena de la socialdemocracia y las instituciones del Estado. «Tratamos de enseñar que sólo el pueblo salva al pueblo», afirman las ponentes. Mantienen muchos debates en el seno del sindicato. Buscan formulas para difuminar la frontera entre aquellos sectores que denominan «los casos» —personas que acuden con sus problemas— y la militancia organizada de una forma permanente. Algo que se encuentra en relación con el ya mencionado concepto de «comunidad de lucha» y la reproducción de un futuro sin clases en la actualidad y a pequeña escala. Algunos de los debates que atraviesan el movimiento de la vivienda se pueden seguir en la revista «Catarsi» (@catarsimagazin), a la que las ponentes reconocen como una «inspiración y fuente».

Ya eran casi las nueve de la noche y teníamos que abandonar la sala de la peña huertana que nos acogió. Algunas preguntas y debates se quedaron en el aire, lo que implica la necesidad de seguir organizando espacios de encuentro para aprender y debatir colectivamente porque «sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario».

Vera Zasúlich